Svenska Lada

Estamos a principios de mayo en Färingsö, en una de las muchas islas del lago Mälaren, al oeste de Estocolmo. El sol amarillo se mueve por el cielo azul sin ninguna nube a la vista. La combinación cromática de los colores nacionales suecos y el rojo del granero de madera frente al que se encuentra Mathias Mörlin es casi ideal. Él está radiante. Hace solo unos pocos meses la situación era bastante diferente. Mathias ha conseguido sacar de la hibernación al viejo y alabeado granero o «Lada» como lo llaman en Suecia. Un proyecto que despertó su curiosidad desde el principio pero que también le quitó el sueño más de una noche. Sin embargo, o quizá por esta razón, le encantan este tipo de proyectos. Porque son de todo menos corrientes, y porque en cada nudo puede haber literalmente una sorpresa.

Escuchando a Mathias, cualquiera diría que ha vivido tres vidas como artesano. Pero solo tiene treinta y tantos años. «Ya de niño me la pasaba construyendo cosas: un remolque para bicicleta para transportar mis juguetes, una casa en el árbol, un coche de madera», explica. Estaba claro que acabaría haciendo una formación de carpintería. Sin embargo, su trayectoria no fue como parecía. «Después de mi formación, la euforia no fue tan grande. Aprendí mucho de los artesanos de la generación anterior y me llevé muchas cosas conmigo. Pero, por el otro lado, quería hacer muchas cosas de otra manera. A mi manera. De la forma que yo creía correcta». Amplió sus conocimientos técnicos, de planificación y diseño estudiando ingeniería civil. Al cabo de un tiempo, se sintió atraído de nuevo por el oficio de carpintero: al lugar de donde venía, y al lugar donde seguiría su propio camino a partir de entonces.